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Ya en el siglo II Antes de Cristo las legiones romanas de Publio Cornelio Escipión se instalaron en el campo de Marte de la ciudad de Tarraco. Desde allí podían divisar y controlar cualquier enemigo, así como divisar justo en frente la montaña de la Oliva, que como un ojo con el iris dilatado observa a su enemigo.

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Campo de Marte de Tarraco en la parte alta de la ciudad actual

 

La montaña de la Oliva se erige entre las afueras de Tarragona y el barrio de San Pedro y San Pablo. A los pies tiene el antiguo camino de Valls, la actual carretera de Tarragona al Pont d'Armentera (la TP-2031) y el cementerio. Buena parte de la cima de la Oliva se encuentra actualmente edificado, ya que se han levantado chalets desde las primeras décadas del siglo XX. Este cerro de una altura similar a la que presenta la parte alta de la ciudad, anteriormente descrita, forma parte de la serie de elevaciones que, en el siglo XIX, enmarcaban la ciudad de Tarragona por su lado Norte y Este.


A principios del siglo XIX, la Oliva era una colina con un suelo pobre, en el que a menudo la roca afloraba a la superficie, y donde tan sólo se encontraban algunas pocas tierras de cultivo y el acueducto del Gaià que atravesaba la cima, para luego bajar al valle y llegar a la parte alta de Tarragona, situada a unos 800 metros de distancia de la montaña. Un ejército asediando que ocupara este cerro podía dominar dicho valle con su artillería, la cual tendría a su alcance todo el conjunto de fortificaciones del frente Norte de Tarragona y la misma ciudad.

Por otro lado, la construcción de fortificaciones arriba de su cumbre por parte de los defensores de la ciudad, impediría que el ejército asediando se pudiera acercar con facilidad a los pies de los muros de Tarragona. La posición estratégica que representaba la montaña de la Oliva, acabó convirtiéndose ese espacio en uno de los escenarios más destacados de los combates del asedio de Tarragona del 1811. Por este motivo se construyó un fuerte en este lugar . En los primeros días de enero de 1809, cuando, tras la batalla de Molins de Rei (21 de diciembre de 1808) el VII cuerpo de ejército francés ocupó el Penedés, a las puertas de Tarragona y de las comarcas del Camp. Ante la amenaza que representaba el posible avance del ejército napoleónico, se iniciaron a toda prisa trabajos de fortificación y el establecimiento de baterías para mejorar las defensas de la ciudad y de su puerto.

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Fortín del Olivo                                               Placa conmemorativa en el fortín

 

Durante esta época se mandaron fusilar muchos reos e insurgentes del ejercito napoleónico.

 

Más tarde, en pleno siglo XX, durante la Guerra Civil, los maquis (movimiento o milicia de resistencia republicana en la zona nacional durante y después de la guerra civil) fusilaron al fraile Jaume Hilari (hoy convertido en mártir y santo), Hermano de las escuelas cristianas residente en Cambrils y cuyo verdadero nombre era Manuel Barbal Cosán. El cual, su ejecutor, un tal Rabás, como una casualidad se encontró con la fotografía de éste cuando estaba con un grupo de maquis en el exilio en Francia y entraron en la casa de los padres de Jaume Hilari en busca de provisiones. Les acogieron como buenos payeses que eran, y les ofrecieron pan, harina, chorizo, vino y otras viandas. Estos vivían muy cerca de la frontera francesa en Sort, en un pueblecito llamado Enviny.

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Carta que St Jaume Hilari (Manuel Barbal) mandó a sus padres poco antes de su ejecución

 

Posteriormente en la Oliva el ejército nacional mandaron ajusticiar a muchos presos y rebeldes republicanos en ese mismo lugar. En esta colina tarraconense fueron asesinados más de 500 ciudadanos partidarios de la República.

 

Es pues la Oliva, un lugar de especial significación o ligado a hechos trágicos a lo largo de la historia, pero no por ello el lugar deja de tener su encanto; sobre todo, donde se respira a través de su mirada un sosiego de paz. Donde además de encontrarnos de frente con los muertos, ya que el cementerio se encuentra justo enfrente, podemos admirar la magnífica estampa del Mare Nostrum, azulado, entremezclado con el verde del pinar Mediterráneo que bordea la costa tarraconense.

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La Oliva puede tener su propia mirada, la mirada de aquellos tarraconenses que conocen ese emblemático lugar cargado de historia. En esta montaña desde la que se ve el mar, fueron asesinadas miles de personas durante la historia. Fue la última mirada que tuvieron. La mirada de la Oliva pues, espera paciente, sigilosa, recordando a todos aquellos que de una u otra manera, por una u otra causa fallecieron con ella...como el iris dilatado del ojo que espera la muerte.

 

J.L.N.G “La Rueda de la Verdad” la-rueda.jpg - 8.09 kB & “El Eco de la Historia” 969602_430580543722053_2127722024_n.jpg - 6.11 kB

 

Marzo (Mes dedicado al Dios romano de la guerra Marte) 2017.

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