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Amanecía en Tarraco y desde sus aposentos en el palacio de Cesar, frente al mar, Lucius veía el sol salir por el Mare Nostrum [3]. Contemplaba el espectáculo cuando un rayo de inspiración pareció iluminar su mente, se apresuró a coger su pluma, y comenzó a escribir el poema que en su mente fluía, acabó su cometido y se guardó aquel bello poema bajo su túnica. Bajó al comedor que estaba situado en un nivel inferior cuando al llegar, Adriano ya estaba situado en su lugar correspondiente en aquella mesa, la cual contenía infinidad de alimentos: fruta, caza,vino, pan y algunos de los pernam(jamón) que habían secado el invierno anterior. -¡Salve Adriano!. -¡Salve Lucius!. ¿Que tal has pasado la noche?. -Bien, gracias tribuno.

Estaba muy cansado así que dormí como un lirón en su madriguera, he tenido un bello despertar en mis aposentos que me designaste en tu hospitalario y bello palacio. Vi el impresionante amanecer en Tarraco desde mi ventana, y quedé tan fascinado que me inspiré para escribir un poema. -¡Magnifico! Lucius, tu como siempre no desaprovechas ocasión para rendir culto a las letras y el arte, se nota que la influencia de los griegos ha calado en tu interior, como a mi también, se puede decir que ambos compartimos gustos. ¿Verdad Lucius?. -Tenéis razón tribuno, ambos tenemos gustos similares y creo que no somos muy diferentes. Claro esta, dejando aparte nuestra posición social tan distante. -Ya sabes querido Lucius que yo no suelo considerarme superior, mas que para mi posición política y este cargo que a veces me asfixia por tanta carga que lleva, el estar sentado en lo más alto del imperio me está desgastando y envejeciendo mucho amigo. Pero bueno, apúrate en tu desayuno que tenemos que ir al Forum a cumplir con nuestras obligaciones con Roma.

Estaban aún los sirvientes preparando aquella cena con la que Adriano quería honorar a su ídolo y apreciado auriga, él no conocía ciertos aspectos de la vida privada y sentimental de aquel coloso hombre que había dado amor y sexo a más de mil mujeres y que parecía aburrirle en el lecho, así como a no estar atraído por la idea de despertar al lado de una de ellas. Llamaron a la puerta, los sirvientes anunciaron la presencia de Sixto en el comedor que junto a Martellus , su sobrino Cuneo, y el senador de Tarraco, acompañarían al emperador en la velada. Mientras tomaban una copa de vino y entre diferentes conversaciones Adriano pidió a Lucius que recitase para sus invitados uno de sus apreciados poemas. Martellus que no desaprovechaba la ocasión asumió el compromiso con agrado, y metiéndose la mano bajo su túnica sacó aquel papel escrito en su aposento por la mañana aquel mismo día...

 

La brisa de la mañana, el amanecer de un nuevo día; mirar desde la ventana... ¡todo es alegría!.

El canto de la cigarra, la nube y la nieve fría; la uva madura en la parra... ¡todo es alegría!.

El lindo color azul del mar , el jilguero y su cría; el niño durmiendo al dulce cantar... ¡todo es alegría!.

El sol en el ocaso... el cantar una melodía; dormir a cielo raso... ¡todo es alegría!.

El amor, ser amado; la canción... un hermano.

El valor, la hermosura; una flor... tu dulzura...
¡todo es alegría!.

Al acabar aquel poema se oyeron al unisono los aplausos de los cuatro contertulios, sobre todo los fuertes y apasionados aplausos de Sixto Augusto, que mientras escuchaba aquella música no paraba de mirar los bellos ojos de aquel poeta llamado Lucius Martellus. -Maravilloso tu poema Lucius, eres un artista lleno de sensibilidad. Comentó Sixto mientras agarraba el antebrazo de aquel joven con una suave caricia que pareció ponerle los bellos de punta al sonrojado joven. Me gustaría que te sentaras al otro lado en la mesa junto a nuestro tribuno. Adriano contemplaba la escena alegrándose por la complicidad de aquel gesto que había visto entre su auriga y su poeta preferidos.

Jose L. Navarrete Grima. Historias en la Historia Cap. II Una de Romanos. (Copyright T-0357-2014)

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Como veis, he iniciado la introducción a este articulo con una pequeña obra escrita por mi. Aunque ficticia, podría haberse tratado de un desenlace real acontecido en la Tarragona del siglo II cuando este maravilloso conjunto histórico florecía de esplendor y fama, tanto en la ciudad de Tarraco como en la provincia Tarraconensis.

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El teatro fue construido en época de Augusto a finales del siglo I a.C., como resultado de la monumentalización del Fórum de la Colonia. Era uno de los edificios más emblemáticos de Tarraco.

El edificio se utilizó hasta finales del siglo II, fecha en la que se abandonó su uso. En el siglo III, después de un incendio en el recinto, en la zona monumental anexa al teatro se hicieron nuevos edificios usando los materiales del teatro.

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A finales del siglo XX, los historiadores aún pudieron describir una estructuras bastante bien conservadas de la gradería. En 1919 unas excavaciones ya pusieron de manifiesto la monumentalidad arquitectónica y decorativa de este edificio. A pesar de ello, se ocupó el solar por diversas empresas industriales del aceite y vino, hasta su abandono en la época de 1970 donde por parte de la ciudadanía hubo una gran presión para que se recuperaran los terrenos que hasta casi 40 años más tarde no se logró iniciar su recuperación.

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Casi siempre he recordado este recinto como un solar sucio y abandonado (parecida situación se encontraba el Anfiteatro de la ciudad hasta bien entrada la época de 1990). Y mi sorpresa ha sido mayúscula y gratificante al ver como ahora, y poco a poco, el recinto está recuperando su esplendor.

Hoy el teatro de Tarraco es uno de los monumentos declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde el año 2000. Y todo ello fue posible por aquella iniciativa de algunos vecinos de Tarragona que con el lema “Salvemos el teatro romano” consiguieron parar las excavaciones de un par de empresas constructoras que habían adquirido los terrenos.

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Para su construcción en el siglo I a.C. se aprovechó la pendiente natural del terreno, como en el caso del Anfiteatro de la misma ciudad, para recortar una parte del graderío. Para el resto se utilizó un sistema de criptopórticos anulares.

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La scaena era el lugar destinado a las representaciones teatrales, y se componía de una plataforma elevada sobre un pódium decorado con exedra. En la parte posterior de la escena se diseñó una plaza con jardines para el acceso de los espectadores al Teatro, y en su centro existía un gran estanque con estatuas sobre pedestales en su interior.

El escenario (proscaenium) estaba cerrado por una fachada monumental decorada (frons scaenae).

Los espectadores se distribuían en el graderío por orden censatario y social.

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Actualmente, se conservan únicamente las cinco primeras filas del graderío alrededor de la orchestra y dos de las tres escaleras radiales que articulaban el graderio. También se conserva la base del pulpitum y de la scaenae frons, pudiéndose ver aún los huecos donde iban colocados los soportes del telón.

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En las distintas pruebas realizadas en el teatro y su entorno se han hallado importantes restos arqueológicos, como capiteles, frisos, columnas, esculturas etc. En el Museo Arqueológico de la Ciudad se encuentran expuestas parte de las figuras y capiteles dedicados a Augusto, su constructor y que luego el Divino Adriano supo aprovechar mejor como gran baluarte de la cultura...

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Por cierto, el poema que me inspiró el inicio de este artículo fue concebido mirando desde la ventana de dicho museo y que otrora fue el palacio y la sede Imperial.

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J.L.N.G. "El Eco de la Historia" 969602_430580543722053_2127722024_n.jpg - 6.11 kB  2017.

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