Esta historia no es un cuento...cualquier parecido con la ficción, personajes o cosas falsas es mera coincidencia.
Sería sobre el mes de Enero de 1970, cuando acudía a una consulta más del médico...Dermatólogo, que nombre más largo y complicado tenía, pero claro, nadie me había dicho que era aquel señor tan amable y cariñoso de avanzada edad que decía llamarse Albiol. Ese nombre que siempre iba asociado a picores, grietas en mis piernas, pies, brazos y manos, pero también a muchas amables sonrisas. Antes del encuentro por la consulta, había pasado por delante de aquel quiosco que había justo antes de entrar en el camino polvoriento que lleva a Juan XXIII, ese hospital que era ya como mi casa. Había visto un precioso coche metálico azul, mi color favorito, como el Haiga que estaba aparcado justo delante del quiosco.
La enfermera muy amable me tendió boca abajo en la camilla, desnudo de cintura para arriba y haciéndome un ligero masaje con sus tersas manos, me dijo: -hoy no te sacaré sangre, pero vas a notar una pequeña picadura de un bichito...el doctor ya se preparaba, pues de reojo vi su bata blanca por la retaguardia...
-Sólo va a ser un momento, pero hoy serás un héroe de guerra, me dijo...entonces noté como algo muy profundo hacía un circulo doloroso en mi espalda...lloré, pero como lloran los valientes, sin apenas lágrimas...entonces mi madre intentaba calmarme junto a la enfermera...-mira si te portas bien y no lloras te compro lo que quieras-. -¿De verdad?...he visto el coche volador (me refería al Haiga) en el quiosco-. Luego lo compramos, contestó mi mamá.
Con la conversación ya se me había acabado aquella tortura y entonces metieron un trozo de carne con piel dentro de un frasco de cristal y para Madrid con correo urgente, parece que oí . -Mira ahora te voy a poner un tatuaje en la espalda, con el esparadrapo hippie que tengo nuevo, te haré una equis y así como un valiente se lo enseñas a tus amiguitos de la guardería...les dices que es una herida de guerra- (entonces o por aquella época todo lo de Vietnam y lo hippie estaba de moda).
Aquella tarde no fui a la guardería de la hermana Aurora, de la plaza de Mayo, pero si recuerdo a mi madre al día siguiente decirle a la monja que debía de tener mucho cuidado de que no me golpeasen la espalda jugando...
-Hermana Aurora, ¡tengo un esparadrapo hippie pegado a mi espalda!-, y me levanté el jersey, camisa y camiseta para enseñárselo...¡huy, qué bonito! Contestó aquella inolvidable mujer que transmitía cariño a raudales...
-Hoy será un día especial, hoy no saldrás al recreo pero la piscina de arena vendrá a clase...entonces recuerdo como ella y yo jugamos con un rastrillo, pala y el cubo de playa, el cual había llenado de arena fina como la de la Comandancia o Playeta como le llamábamos cuando incluso en febrero iba a tomar mis baños de agua salada que mi doctor más tarde me recomendó. Una vez que supo y por primera vez puso nombre a aquella rara afección ICTIOSIS.
Después de aquella experiencia con el doctor ALBIOL...Tomó su relevo su hijo, el cual aunque recién sacada su carrera, como un experto sabía más que nadie en toda España muchas cosas aprendidas de su padre sobre mi enfermedad rara, que no lo fue tanto en Tarragona gracias a ellos. Mi doctor, mucho más joven que muchos dermatólogos además era futbolista y lo admiraba por verlo jugar y defender la camiseta azul del barrio donde yo vivía . Como delantero Picichi y un 9 en su espalda , situado en el mismo lugar que mi esparadrapo hippie y como el color de aquel coche metálico que nunca me compraron.
Pero me dio igual, porque el Haiga, el color de la camiseta del C.D.C. Torreforta y mi esparadrapo hippie siempre estarán en mis recuerdos...
Jose L. Navarrete Grima “El primer diagnosticado de Ictiosis cutánea en Tarragona y posiblemente en toda España”
Nota: Para los que no sepan que es un Haiga: http://lavozdelciudadano.com/index.php/11-navarrete/5-las-lenguas-olvidadas-ii