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Normalmente la historia la escriben los valientes, los vencedores y los sabios. Con esos tres elementos el gran Alejandro Magno pasó a ser inmortal en la historia y quizá el más grande de ésta.
A veces se da la circunstancia que hasta los vencidos se encuentran entre los más grandes de la historia...ejemplo, Aníbal Barca, que pese a haber podido conquistar Roma se encontró con la derrota ante Publio Cornelio Escipión en Zama...Ya en Éfeso retirado y perdonado por el mismo fundador de Tarraco ocurrió lo siguiente...

Siguiendo los libros escritos en griego de Acilio, dice que Publio Africano fue uno de los delegados y que mantuvo conversaciones con Aníbal en Éfeso; recogiendo, incluso, una de estas. Africano preguntó a Aníbal quién había sido, en su opinión, el más grande general; su respuesta fue “Alejandro de Macedonia, pues con un puñado de hombres derrotó a innumerables ejércitos y recorrió las partes más distantes del mundo, que ningún hombre esperaba visitar“. Africano le preguntó a quién pondría en segundo lugar, y Aníbal respondió: “A Pirro, porque fue el primero en enseñar cómo disponer un campamento y, además, porque nadie mostró más inteligencia en la elección de posiciones y en la disposición de las tropas. Poseía también el arte de atraerse a la gente, al punto que logró que los pueblos de Italia prefirieran el dominio de un rey extranjero al del pueblo romano, que durante tanto tiempo había estado a la cabeza de aquel país“. Al volverle a preguntar Escipión a quién consideraba el tercero, Aníbal, sin ninguna duda, respondió: “Yo mismo“. Riendo abiertamente, Escipión le preguntó: “¿Qué dirías si me hubieras vencido? ” “Pues la verdad; en ese caso, respondió Aníbal, debería ponerme por delante de Alejandro y de Pirro y de todos los demás generales“. Esta respuesta, dicha con aquella astucia cartaginesa y a modo de sorprendente halago, impresionó a Escipión, pues lo había colocado aparte del resto de generales, como si no admitiera comparación”.
Pero lo que está claro es que si Aníbal se hubiese decidido a tomar Roma, la historia tal y como la conocemos y nuestro mundo actual serían diferentes. Escipión no habría acampado en Tarraco y fundado mi ciudad natal, el español y catalán no serían lenguas descendientes del latín, nuestra cultura y religión sería diferentes y por supuesto no se hubiese construido esta torre al salir de Tarraco por la Vía Augusta en Honor a los Escipiones. Aunque como sabemos la torre nunca se erigió para honrar a esa familia de nobles romanos...ya que es un monumento funerario dedicado a un difunto sin nombre. Su nombre proviene de un error en la identificación de los dos relieves del dios Atis que durante años se identificaron como los de los hermanos Escipión. Frigia Atis divinidad de la muerte y la resurrección, nada tiene que ver con los Escipiones, aunque esta torre por siempre llevará sus nombres para que permanezcan imborrables en la eternidad.

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Sin embargo, tanto Aníbal como los Escipiones, así como para muchos describieron a el gran Alejandro Magno como el más grande de la Historia. Pero éste, sin duda, tuvo un gran oponente en la figura de un sabio...Si yo no fuese Alejandro, quisiera ser Diógenes

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Hoy en día a la gente que va acumulando bienes que recoge de las basuras se le denomina con el Síndrome de Diógenes...nada más cínico ya que Diógenes además de pertenecer a esa escuela, nunca tuvo más necesidad que poseer un candil, su tinaja y un cuenco para beber...hasta que vio un niño bebiendo con sus manos y lo lanzó...ya que el sabio griego Diogenes vivió como un vagabundo en las calles de Atenas, convirtiendo la pobreza extrema en una virtud...Cuentan de un sabio que un día, tan pobre y misero estaba, que solo se sustentaba de unas hierbas que cogía...¿habrá entre si decía?, ¿alguien más pobre que yo?, y la respuesta halló cuando girando su rostro, vio a otro sabio recogiendo las hierbas que él arrojó...Se dice que ese sabio era Diógenes.

Diógenes de Sínope, también llamado Diógenes el Cínico, fue un filósofo griego perteneciente a la escuela cínica. Nació en Sínope, una colonia jonia del mar Negro, hacia el año 412 a. C. y murió en Corinto en el 323 a. C. No legó a la posteridad ningún escrito; la fuente más completa de la que se dispone acerca de su vida es la extensa sección que su homónimo Diógenes Laercio que le dedicó en su Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres.
Diógenes de Sínope fue exiliado de su ciudad natal y se trasladó a Atenas, donde se convirtió en un discípulo de Antístenes, el más antiguo pupilo de Sócrates. Diógenes vivió como un vagabundo en las calles de Atenas, convirtiendo la pobreza extrema en una virtud. Se dice que vivía en una tinaja, en lugar de una casa, y que de día caminaba por las calles con una lámpara encendida diciendo que “buscaba hombres” (honestos). Sus únicas pertenencias eran: un manto, un zurrón, un báculo y un cuenco (hasta que un día vio que un niño bebía el agua que recogía con sus manos y se desprendió de él). Ocasionalmente estuvo en Corinto donde continuó con la idea cínica de autosuficiencia: una vida natural e independiente a los lujos de la sociedad. Según él, la virtud es el soberano bien. Los honores y las riquezas son falsos bienes que hay que despreciar. El principio de su filosofía consiste en denunciar por todas partes lo convencional y oponer a ello su naturaleza. El sabio debe tender a liberarse de sus deseos y reducir al mínimo sus necesidades.

Este “Sócrates delirante”, como le llamaba Platón, caminaba descalzo durante todas las estaciones del año, dormía en los pórticos de los templos envuelto únicamente en su manto y tenía por vivienda una tinaja. Cierta vez piensa que le sobran cosas en todas sus pertenecías, tiene su bastón, lo necesita para caminar, tiene su manto que le cubre y su zurrón que en él contenía una escudilla y un cuenco para comer y beber respectivamente. Un día en uno de sus paseos por la ciudad vio como un niño comía lentejas en un trozo de pan y cuando termina sus lentejas bebe agua con las manos en una fuente y piensa: “Este muchacho, dijo, me ha enseñado que todavía tengo cosas superfluas”, "si come sus lentejas con un trozo de pan y cuando termina con ellas bebe agua con sus manos, no necesito ni mi escudilla ni mi cuenco" y acto seguido arroja contra el suelo ambas y sigue caminando. Cierto día se estaba masturbando en el Ágora, quiénes le reprendieron por ello, obtuvieron por única respuesta del filósofo una queja tan amarga como escueta: "¡Ojalá, frotándome el vientre, el hambre se extinguiera de una manera tan dócil!" .

Algunas anécdotas sobre Diógenes hablan acerca de su comportamiento como el de un perro y sus alabanzas a las virtudes de los perros. Esto tiene su razón de ser en la palabra cínico. El nombre de cínicos tiene dos orígenes diferentes asociados a sus fundadores. El primero viene del lugar donde Antístenes, su maestro, fundó la escuela y solía enseñar la filosofía, que era el santuario y gimnasio de Cinosargo, cuyo nombre significaría kyon argos, es decir perro ágil o perro blanco. El segundo origen tiene que ver con el comportamiento de Antístenes y de Diógenes, que se asemejaba al de los perros, por lo cual la gente les apodaba con el nombre kynikos, que es la forma adjetiva de kyon, perro. Por tanto kynikos o cínicos sería similares al perro o perruno. Esta comparación viene por el modo de vida que habían elegido estos personajes, por su idea radical de libertad, su desvergüenza y sus continuos ataques a las tradiciones y los modos de vida sociales.
Este cuadro pintado Jean-León Gérôme en 1860, representa la vida de Diógenes acompañado de los perros, con su particular vivienda y todas sus posesiones.
El cínico hombre que ante el Gran Alejandro el Macedonio se atrevió a decir ante el rey cuando Alejandro pregunta: "¿Por qué te llaman Diógenes el perro?" a lo que le responde Diógenes: "Porque alabo a los que me dan, ladro a los que no me dan y a los malos les muerdo".
Al atreverse a hablarle así al rey; Alejandro no se deja inmutar por esas respuestas y le dice: "Pídeme lo que quieras", por lo que sin inmutarse Diógenes le contesta: "Quítate de donde estas que me tapas el sol"; por lo que se hace una exclamación generalizada de todos los presentes ante una petición tan pobre a un hombre que todo lo podía dar, Alejandro sorprendido realmente le pregunta: "¿No me temes?" a lo que Diógenes le contesta con gran aplomo con otra pregunta: "Gran Alejandro, ¿te consideras un buen o un mal hombre?", a lo que Alejandro le responde: "Me considero un buen hombre", por lo que Diógenes le dice: "Entonces... ¿por qué habría de temerte?".
Se dice que sus últimas palabras al morir fueron:
“Cuando me muera echadme a los perros. Ya estoy acostumbrado.”

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Si no te ha gustado esta historia, es que quizás deberías de ser más cínico, o quizás más perro.

 

Pero si te ha gustado, te diré que el único que ganó una batalla a lo largo de la historia sin lanzar una sola flecha, sin malgastar una vida humana, usando simplemente su inteligencia, su  astucia y valiéndose de lo que tenía a su alrededor fue un general del Mismo Alejandro y el cofundador de la ciudad que durante mucho tiempo llevó su nombre, la ciudad egipcia de Alejandría. Su nombre, Tolomeo I Sóter “el Salvador”. Pero eso es otra historia que quizá cuente otro día.

 

J.L.N.G. "El Eco de la Historia"   2017.

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